El guardián del mar. Cuento infantil sobre la responsabilidad hacia nuestros mares
Cómo enseñar a los niños valores a través de los cuentos infantiles
Si quieres transmitir a tus hijos la importancia que tiene cuidar nuestros mares y océanos, puedes leerles este cuento infantil sobre la responsabilidad y el cuidado del medio ambiente: El guardián del mar.
Un cuento para niños muy original que cuenta la historia de un hada que decidió quitarle el tapón al mar para dar una buena lección sobre el cuidado del mar.
Cuento infantil sobre la responsabilidad: El guardián del mar
Gustavo dormitaba plácidamente en la cubierta del barco. El libro que estaba leyendo caía sobre su pecho, las gafas estaban torcidas sobre sus ojos y un rítmico gruñido salía de su boca abierta. A Daniel le divertía gastarle bromas a su padre cuando le veía así: le escondía el libro, hacía dibujos sobre su frente e incluso una vez hasta le puso una horquilla de Anita en el pelo. Daniel estaba a punto de hacer una de las suyas, cuando...
-¡Por fin! Ya eres mío- dijo saltando sobre él mientras comenzó a hacerle cosquillas por todo el cuerpo.
- ¡Cosquillas no, cosquillas no, por favor!- suplicó Daniel muerto de risa.
De pronto, el Capitán Tarantán pasó por cubierta cojeando y hecho una furia y gritando...
- Capitán, ¿tienes algún problema?, preguntó Gustavo dejando la guerra de cosquillas.
-Algún problema, algún problema,- repitió el capitán con indignación, - pues sí, tengo un gran problema con vosotros. Cuando salimos de viaje repartimos las tareas que íbamos a hacer cada uno: tú la cocina, Tina tenía que marcar la ruta, los niños ocuparse de las provisiones y entre todos mantendríamos el barco en condiciones. Pues bien, nadie está cumpliendo. Y te recuerdo que soy el capitán de este barco, no vuestro mayordomo.
Gustavo comenzó a sentirse muy incómodo, nadie le había vuelto a regañar desde que el señor Villarejo, el profesor de matemáticas del colegio, le pilló pasando notitas a su amigo Marcos.
- Por los camarotes de sus hijos parece haber pasado un tornado-, continuó Tarantán-, la comida todavía no está preparada, Tina no ha marcado la ruta y nos hemos desviado de nuestro destino… Y mira, he tropezado con uno de esos trastos que andan tirados por ahí y creo que me he hecho un esguince en el tobillo.
Daniel sin inmutarse miraba la escena desde la barandilla del barco mientras terminaba de beber un refresco. Al dar el último trago, dejó la botella vacía sobre la cubierta y ésta rodó hasta caer al mar.
Y de repente… ¡zuuum! La botella de plástico golpeó su cabeza y cayó a sus pies. Daniel se levantó dando un respingo y comenzó a mirar a su alrededor. Todos estaban en cubierta hablando, ¿quién podía haberle lanzado la botella? Y de repente, escuchó una vocecilla que parecía venir del agua.
-Estoy aquí, aquí abajo - dijo aquella voz.
Daniel se asomó por la borda. No podía ser, allí abajo había una niña diminuta, tan pequeña como uno de los zapatos de Anita. Tenía el pelo rojo y llevaba un mono de color verde. Parecía flotar sobre el agua, sus brazos estaban en jarras y uno de sus pies chapoteaba sobre la superficie de forma insistente. Parecía muy enfadada.
-Mira me tienes ya muy cansada, desde que habéis salido has tirado al mar una botella, varios papeles de caramelos, patatas fritas, una baraja de cartas y hasta…. ¡un catalejo!
Daniel miró de reojo a los demás que seguían con su conversación.
- Ni lo intentes, chivarte no servirá nada más que pare que piensen que estás loco,- le amenazó. ¿Quieres quitar ya esa cara de susto que se te ha quedado? No soy un holograma, ni un superhéroe, ni una extraterrestre. Me llamo Aimara y son la responsable y guardiana de este mar. Mi labor es cuidar todo lo que ves a tu alrededor..
Aimara siguió protestando...
- ¿Sabes? Esas botellitas horribles que “se os caen al mar” tardan más de 100 años en desaparecer. Y esas cosas que mascáis siempre y que “se os caen al mar” se pegan en los corales y en los peces. Mira, mejor te enseño lo que hacen vuestros “descuidos”.
Aimara dio un salto con tirabuzón y se sumergió en las aguas. El ser diminuto volvió a aparecer tirando de un trozo de cuerda que era mucho más grande que ella. Comenzó a volar hacia el cielo mientras salía más y más cuerda del agua. De repente, dio un tirón fuerte y apareció… ¡un tapón gigante!
- He quitado el tapón al mar porque quiero enseñarte lo irresponsables que sois los humanos. Agárrate fuerte que esto va a moverse.
De repente, el barco comenzó a girar y a girar en círculos como si estuvieran en un torbellino mientras el mar parecía ir perdiendo agua. En unos segundos, el mar se había vaciado. Daniel estaba muy mareado pero lo que apareció allí le dejó perplejo. Había un motor de una lancha, unas botellas de plástico, también algunas de cristal, y un poco más allá, a la derecha, vio una red muy grande, una caja oxidada y docenas de más cosas esparcidas por el fondo.
-Ahora que te he enseñado lo que hacéis, dime ¿quieres ayudarme con mi tarea?
Daniel sin pensarlo movió la cabeza varias veces de arriba abajo.
-Muy bien, te nombro guardián de honor del mar. Ahora tu labor será cuidar de ellos igual que yo. Recuerda Daniel, ahora tú también tienes una gran responsabilidad, espero que estés a la altura.
Aimara saltó por la borda y desapareció entre las aguas.
-Daniel hijo,- dijo Tina meneando al niño que permanecía embobado- ¿Ya estás soñando despierto otra vez?
-¡Mamá, ella le ha quitado el tapón al mar y no sabes lo que he visto!, gritó Daniel.
- Hijo, ¿te ha dado una insolación?, pero de qué tapón hablas, ven que tenemos reunión familiar.
- Qué si mamá, que ahora soy el guardián del mar y como os vea tirar algo por la borda desde hoy hasta y por los días de los días...
Tina no le hizo mucho caso porque escuchaba a Gustavo que intentaba reconducir la situación.
- Tarantán tiene razón,- dijo Gustavo mirando de reojo a Daniel que parecía ensimismado,- creo que todos, y digo todos, hemos sido un poco “dejados” y nos hemos tomado la idea de vacaciones demasiado en serio. No hemos cumplido con nuestras tareas y el barco está tan desordenado, que el capitán se ha hecho un esguince al tropezar con vuestros juguetes. ¡Manos a la obra todos, ya!
Todos corrieron a realizar sus tareas pero, de pronto, un golpe de viento se llevó una bolsa de plástico que aun no habían recogido.
- Noooooooooooo, gritó desesperado Daniel. Todos se pararon en seco y le miraron extrañados, sí que se había tomado en serio aquello de ser el guardián del mar. ¿Por qué sería?, se preguntó Anita mientras se quedaba con la sensación de que se había perdido algo realmente interesante.