Por qué las emociones pueden contagiarse
Las personas imitamos inconscientemente las emociones de los demás
Estás hablando con una persona que sonríe sin parar, quizás no cuente algo extremadamente divertido, pero su expresión es risueña y feliz. En ese momento, es más que posible que, casi sin darte cuenta, tú también sonrías.
Por el contrario, si hablas con un persona que está muy enfadada y tiene una expresión de disgusto, la estés escuchando mientras frunces el ceño y aprietas los labios.
No es magia, ni tampoco la personalidad apabullante de esas personas, es simple y llanamente que, casi sin darnos cuenta imitamos las expresiones faciales, la postura y las características de quien habla, y esto lo hacemos constantemente. La imitación es una de las razones por las que las emociones pueden contagiarse. Veamos este asunto más en profundidad y cómo podemos evitar la influencia de las emociones negativas de los demás.
Ver también: cómo dañan las emociones negativas al sistema inmune
Las emociones pueden contagiarse, ¿por qué?
Un grupo de científicos realizó en 1992 un experimento sobre la actividad de las neuronas en el cerebro de un mono en distintas situaciones. Se encontraron que el sistema de neuronas se activaba tanto cuando el mono realizaba una actividad sencilla, como tomar un cacahuete, como cuando esa actividad la realizaba uno de los científicos.
De este estudio surgió la definición de "neuronas espejo", es decir, aquellas neuronas que reflejan un comportamiento que está realizando otra persona. Y es que, se activan a pesar de que el comportamiento no lo estén realizando ellos, pero sí están contemplando cómo otro lo realiza.
Volviendo al mundo de los humanos, las neuronas espejo también forman parte de nuestros cerebros. Esto se ha puesto de relevancia en otros estudios realizados sobre las emociones de las personas y el impacto que éstas tenían sobre los demás.
En uno de estos estudios, se trabajó con personas a las que se mostraba distintos rostros con diferentes emociones: felicidad, ira o alegría. Esta expresión era visible para los participantes únicamente durante 30 milisegundos. Es decir, era una fracción de tiempo tan pequeña que no parece suficiente como para que los participantes pudieran darse cuenta de la emoción que mostraba ese rostro. De hecho, ni siquiera eran conscientes de que estaban siendo expuestas a esas imágenes, ya que pasaban tan rápido que su ojo no parecía capaz de captarlas.
Aun así, los participantes a los que se había introducido una cara feliz, mostraron un aumento de la actividad eléctrica en los músculos que usamos para sonreír y poder imitar un rostro con una sonrisa.
Por el contrario, a aquellos a los que se mostró una cara enfadada, mostraron un aumento de la actividad eléctrica en los músculos que intervienen en poner una expresión de enojo.
Estos curiosos estudios tan solo ponen de relevancia la creencia en que los comportamientos y expresiones faciales, no solo nos ayudan a comprender mejor el estado de ánimo de las personas con las que tratamos, sino que además, los imitamos.
Si bien la investigación sobre el papel de nuestras neuronas en la imitación está todavía en curso, sabemos que estamos preparados para imitar lo que observamos, desde esbozar una sonrisa hasta el desagrado o la ira, a pesar de que en ese momento, no nos sintamos ni especialmente felices, ni especialmente enfadados.
El contagio emocional
Para muchos expertos, las emociones son tan contagiosas como los virus y bacterias. Tanto es así que pueden incluso afectarte los estados de ánimo de otras personas de tal manera que, si llegaste feliz al trabajo, pero alguien te contó sus penas, puedes pasar el resto de la jornada sintiéndote triste; o si has pasado un mal día pero te encuentras con alguien en un alto estado de felicidad, la nube sobre tu cabeza puede disiparse.
Los investigadores llaman a este fenómeno contagio emocional, en el que las emociones de una persona se transfieren a otra. Implica todo tipo de emociones, desde el enojo, la tristeza y el miedo hasta la felicidad, el entusiasmo y la alegría.
Sin embargo, según los expertos, son las emociones negativas, las más fáciles de ser imitadas o contagiadas que las positivas. Se cree que esto se debe al instinto de supervivencia del ser humano, que está siempre alerta para mantenernos a salvo y, el miedo o temor de otra persona, puede ayudarnos a salvar alguna situación.
Cuando las emociones negativas se propagan
Es posible que haya estado alguna vez en un ambiente tóxico, por ejemplo, un entorno laboral en el que los jefes transmitían emociones negativas de forma constante a sus trabajadores y éstos, lejos de hacer su trabajo con ilusión, a pesar de gustarles, lo terminan haciendo con desagrado, tristeza o enfado.
Esto puede ocurrir en distintos entornos: en grupos de amigos, en la pareja, en un equipo deportivo, etc. El ambiente emocional positivo, invadirá a todos si se propaga adecuadamente, pero también lo hará el negativo si algún integrante tiene una mala actitud.
Cómo evitar contagiarme de las emociones negativas
Es fácil reconocer a las personas que nos traen felicidad y positivismo, de aquellas que sacan lo peor de nosotros, que nos llevan a estar tristes, enfadados, melancólicos....
Por lo tanto, la mejor receta para no llenarte de las emociones negativas de los demás pasa por rodearte de personas que sean positivas y alegres, personas que vean el lado bueno de las cosas, que practiquen la resiliencia y que no nos dejen quejarnos en exceso y buscar lo negativo en cualquier rincón. Evita a las personas tóxicas que viven constantemente bajo un nubarrón y únete a aquellas cuya energía sea más positiva y vitalista.
Y, no olvides que también cuentan tus propias emociones, intenta mantener las negativas bajo control e intenta que no impacten sobre los demás. Tu buen humor puede iluminar una habitación y hacer felices a los demás.