Por qué nadar en la piscina o el mar abre el apetito
Ir a la playa o al mar me da hambre, ¿por qué?
Si eres de los que disfruta dándose chapuzones en la piscina o el mar en un caluroso día de verano, o si te gusta pasar un largo rato jugando dentro del agua, es posible que hayas comprobado que, nada más salir del agua, te invade la sensación de hambre.
Incluso, si tienes niños, es probable que tengas que llevar un tentempié mayor que si pasaras el día en el campo o si fueras al parque con ellos. ¿Qué relación tiene el agua con el hambre?, ¿Por qué nadar en la piscina o el mar abre el apetito?
Nadar en la piscina o el mar da hambre, ¿por qué?
Darse un refrescante chapuzón en la piscina o pasar el día a remojo en el mar durante una calurosa jornada de verano es una experiencia muy placentera. Sin embargo, en cuanto sales del agua y pasas un momento en la toalla, a tu mente comienzan a llegar ideas de bocadillos, snacks, refrescos y otros aperitivos. Esto se agudiza si tu vecino de toalla se está comiendo una fruta de verano o una bolsa de patatas. ¿Te suena?
Estar hambriento en la playa o en la piscina es un clásico del verano, sobre todo si has hecho mucho ejercicio del agua. La natación tiene este efecto sobre el apetito, de hecho es directamente proporcional a él, es decir, cuanto más nadas, más hambre tienes. ¿Por qué? Hay varias causas:
La natación y la quema de calorías provoca hambre
La natación es uno de los ejercicios físicos más completos y, uno de los que más calorías quema. Es un deporte perfecto para tonificar músculos y fortalecer articulaciones, es más, se trabajan con un impacto cero sobre ellas ya que la flotabilidad en el agua reduce la carga sobre ellos. Involucra varios grupos musculares importantes, como pecho, dorsales, hombros, espalda y piernas. En una sesión de entrenamiento de natación, un nadador generalmente utilizará una proporción significativamente mayor de sus músculos que los atletas de otros deportes, como los ciclistas o corredores. El gasto de energía distribuido en varios grupos musculares es una posible explicación para el aumento del apetito.
El agua permite además realizar distintos tipos de ejercicios desde la natación, en sus diferentes estilos, a caminar dentro del agua, pasando por practicar aquaeróbic. En una sesión en el agua puedes llegar a quemar entre 230 y 690 calorías según el nivel de intensidad del ejercicio que realices y tu peso.
Pues bien, al quemar tantas calorías, en el cuerpo se activa la producción de una hormona, la grelina. En concreto, la grelina juega un papel fundamental en la saciedad y la regulación del apetito. El cuerpo está reaccionando a esa quema de calorías tan masiva estimulando la producción de grelina para que puedas comer lo que has quemado.
Nadar obliga al cuerpo a regular la temperatura
Cuando te sumerges en la piscina o en el mar, tu cuerpo tiene que hacer un esfuerzo extra para adaptarse al frío del agua y no entres en hipotermia. Este esfuerzo para mantener la temperatura del cuerpo en el límite habitual, entre los 36 y 37º, supone un trabajo extra que también hace que quemes calorías. En este sentido, el cuerpo activa las reservas de grasa, quemándolas para mantenerte calentito. Y, esto tiene un impacto directo para tu estómago, que comienza a pedir comida para compensar esa quema extra de calorías.
De hecho, un estudio realizado por la Universidad de Florida demostró que existe una relación entre nadar con agua fría y la estimulación del apetito. Este estudio publicado en el "International Journal of Sport Nutrition and Exercise Metabolism" mostró que la temperatura del agua afectaba al apetito de los nadadores que se sometieron a la investigación. Los participantes del estudio nadaron durante 45 minutos en una piscina de 68 grados. Después de nadar, los participantes comieron un 40 por ciento más que el grupo de control.
Los investigadores incluso concretaron que, cuanto más fría está el agua en la que nadas, más posibilidades tienes de salir y sentir la necesidad de tomarte un buen bocata.
El ejercicio físico amortigua el hambre, pero nadar en agua fría la activa
Existen distintos estudios que han puesto de relevancia cómo realizar ejercicio físico como correr, máquinas, bicicleta o baile, puede amortiguar temporalmente el ejercicio. Cuanto más intenso sea, más se anula la sensación de querer comer.
Sin embargo, aunque la natación es un deporte intenso y se activan distintos grupos musculares, la mayor parte de las personas no nadan lo suficiente como para que se amortigüe el apetito. De esta manera, mientras estás en el agua, puedes llegar a olvidar que quieres comer pero, camino de la toalla esta sensación vuelve a tu cerebro para instalarse hasta que le das un mordisco a un sándwich.
El tiempo que inviertes en el agua
Es posible que hayas notado que rara vez tienes hambre mientras haces ejercicio, y el hambre solo te golpea una vez que has terminado. Esto está relacionado con otra de las teorías sobre el apetito y la natación. En un caluroso día de verano, puedes pasar mucho tiempo dentro del agua, más aun los niños, quienes son capaces de estar más de una hora y media a remojo sin queja alguna. Pues bien esto es más del tiempo que puedes invertir en una caminata, una carrera o una sesión de abdominales. Por ello, cuando termina todo ese tiempo dedicado a jugar, saltar, tirarte de cabeza o hacer carreras de natación dentro del agua, te inunda la sensación de hambre.
De hecho, en algunos estudios se ha observado que los nadadores tienen un mayor apetito en comparación con otros atletas y sí, también más cantidad de grasa corporal.