Qué pasa con nuestro cuerpo tras la muerte
Cómo va cambiando el cuerpo horas, días, meses y años después de la muerte
La muerte forma parte de la vida, es algo inevitable y a lo que todos nos enfrentaremos antes o después. Supone el fin de la etapa de la vida y, aunque algunas personas tratan de explicar la muerte como el tránsito hacia otro estado o situación, es irrefutable que, nuestro cuerpo, deja de existir para siempre.
Debido a que la muerte es una situación temida por muchos, hay quien ni siquiera se la plantea, ni tampoco quiere saber lo que ocurre pero, si eres de naturaleza curiosa, tú quizás sí quieras saber qué ocurre con nuestro cuerpo tras la muerte.
¿Qué le ocurre al cuerpo tras producirse la muerte?
Desde los albores de la humanidad, más de 100 billones de seres humanos han vivido y muerto. ¿Qué le han ocurrido a todos esos cuerpos tras la muerte a lo largo de los 140000 años que lleva el hombre caminando sobre la Tierra? En muchas culturas, los cuerpos se han sometido a un proceso de cremación, por lo tanto, lo que quedaron son cenizas.
Pero, en otros muchos casos, los cuerpos de aquellos que fallecen se han enterrado, con o sin ataud, según la época y la costumbre, ¿qué le ocurre a estos cuerpos si no han sido sometidos a ningún proceso de cremación o momificación?
Las primeras horas tras la muerte
Una vez que el corazón deja de latir, el cuerpo humano pasa por una serie de procesos antes de iniciar su descomposición.
El los minutos posteriores al cese de la actividad del corazón, la sangre, que ya no tiene el impulso de circular por todos los vasos y venas, comienza a asentarse en las partes inferiores del cuerpo.
Entre ocho y diez horas tras el deceso, la piel comienza a acusar que la sangre ya no circule y comienza a decolorarse y a adquirir un tono púrpura azulado en las zonas inferiores del cuerpo, debido a esta gravedad de la sangre. Esto deja un tono similar al mármol.
Mientras que tras la muerte los músculos permanecen completamente relajados, dejando al cuerpo en una especie de flacidez, entre seis y ocho horas post-mortem, el cuerpo comienza a endurecerse, produciéndose lo que se conoce como rigor mortis. Este endurecimiento se va extendiendo por todos los músculos.
Tras la muerte, el cuerpo cambia de temperatura bajando drásticamente y dejando el cuerpo frío.
Los primeros días tras la muerte
Entre dos y cuatro días tras la muerte, el cuerpo comienza a descomponerse y, bacterias e insectos comienzan a deshacer piel, músculos y demás órganos blandos. La velocidad de descomposición, depende del entorno en el que se produzca.
Según la ley de Casper, si todos los demás factores son iguales, un cuerpo expuesto al aire se descompone más rápido que uno sumergido en agua y, aun más rápido que uno enterrado bajo tierra. La acidez de la tierra incide en la preservación de los huesos. Algunos tipos de tierra deshacen los huesos, mientras que otras logran conservarlos en buen estado, por ello hemos podido encontrar restos de seres humanos que vivieron hace miles de años.
Los órganos y tejidos ya no están activos, ni corre la sangre por ellos, por lo tanto, las células que los componen comienzan a autodestruirse. Uno de los procesos más drásticos de destrucción ocurre en el intestino. Los microbios que suelen ayudar a digerir los alimentos ya no están controlados por el sistema inmune, por lo tanto, escapan desde el intestino hasta los tejidos, venas y arterias, para llegar al hígado y la vesícula biliar. Cuando los microbios acaban con estos órganos, la bilis comienza a inundar el cuerpo llenándolo de un color verdoso.
Entre el día dos y cuatro, los microbios están por todas partes y, esta descomposición provoca también gases tóxicos que se expandirán por el cuerpo y provocarán que este se hinche y emita un desagradable hedor.
El cuerpo humano varios meses después de la muerte
A partir del tercer mes, el tono verdoso que había adquirido el cuerpo, comienza a tornarse negro, porque los vasos sanguíneos se han deteriorado hasta el punto de que el hierro que contiene, se derrama y hace que el cuerpo se oxide.
Entre el mes tres y el cuarto, los tejidos se han convertido en una masa acuosa.
El cuerpo humano un año después de la muerte
No solo el cuerpo se ha comenzado a desintegrar, la ropa con la que la persona ha sido enterrada, comienza a deshacerse también a medida que los fluidos corporales y las toxinas que emite la descompone. Es posible que, con el tiempo, solo queden algunas fibras, sobre todo si la prenda era de algodón.
El cuerpo humano varios años después de la muerte
En la próxima década, el cuerpo humano irá desintegrándose poco a poco hasta quedar tan solo los huesos, y no creas que siempre se conservan, en ocasiones, también se desintegran.
Aproximadamente 50 años después de la muerte, los tejidos se habrán licuado por completo y habrán desaparecido dejando piel y tendones que, con los años, también se desintegrarán.
Tras 80 años en el ataúd, los huesos también se irán deteriorando eliminando parte del caparazón del hueso.
En algunas ocasiones, los huesos después de 100 años, podrían no ser más que polvo y, solo quedaría la parte más dura del cuerpo, los dientes.
Si las condiciones medioambientales son extremadamente secas, se podría producir la momificación del cuerpo de forma natural, ya que la humedad del cuerpo se ha ido evaporando a través de la piel, adquiriendo un tono seco y negro.
¿Qué ocurre con las uñas y el pelo tras la muerte?
Existe un falso mito que dice que las uñas y el pelo sigue creciendo tras la muerte y, no es difícil encontrar historias que hablan de restos humanos encontrados con una melena extremadamente larga, barba muy crecida o uñas larguísimas.
Sin embargo, tan solo es eso, una falsa creencia. La realidad es que, como hemos visto, el cuerpo comienza a secarse tras la muerte y pierde gran parte de su humedad natural. Esta deshidratación, hace que algunos tejidos, como la piel, se retraigan.
En este punto, el pelo y las uñas siguen intactos, pero al retraerse la piel, puede dar la sensación de que uñas y cabello han crecido post-mortem. Es tan solo una ilusión, no existe actividad hormonal en el cuerpo que pueda mantener su crecimiento.