¿Por qué mentimos? La necesidad de mentir del ser humano
Tipos de mentira y las razones que hay detrás de cada una de ellas
Quien no haya mentido nunca, jamás en la vida, que levante la mano. No encontrarás a nadie que la levante, a no ser que mienta, por supuesto. Y es que, la mentira forma parte de nuestra vida, de la forma en la que nos relacionamos socialmente y, aunque generalmente es una “mentira blanca”, en ocasiones puede llegar a ser ser destructiva.
¿Por qué mentimos?, ¿Aprendemos a mentir desde niños? En Quonomy profundizamos sobre la necesidad de mentir del ser humano. Veremos los distintos tipos de mentiras y qué se esconde detrás de cada una de ellos.
Cuándo y por qué comenzamos a mentir
Los psicólogos afirman que comenzamos a mentir en la más tierna infancia. De hecho, la primera mentira que dice un niño, puede constituir, según los expertos, en algo importante para su crecimiento mental. Para algunos expertos, la mentira es una habilidad propia del ser humano que, no solo nos distinguen de otras especies sino que además nos ayudan a adaptarnos.
Los niños comienzan a mentir alrededor de los tres años y, poco a poco van perfeccionando las mentiras, principalmente para evitar ser regañados, obtener algo que quieren o para saltarse el castigo ante una mala acción.
Mienten los niños y les mentimos nosotros para crear un universo más mágico dentro de su pequeño mundo: Papá Noel, el ratoncito Pérez, hadas…
Los niños también presencian esas “mentiras blancas” que solemos decir ante los demás y aprenden de ellas. “¿Qué tal estás?”, “Muy bien, gracias”, “¿Te gustó el guiso?”, “Sí, gracias”, son preguntas y respuestas genéricas que pueden no responder a la realidad ya sea porque no queremos dar muchas explicaciones o porque no queremos herir a los demás.
En la preadolescencia ya comienzan a asentarse las mentiras en las que los jóvenes hacen ostentación o se vanaglorian de acciones que no son tales. “Esquío fenomenal”, “he subido al nivel 12 del juego en una tarde”.
En la adolescencia los jóvenes intentan probar los límites de todo, quieren saber si pueden salirse con la suya. Mentir a los padres puede ser parte de ese reto.
Por lo tanto, la mentira está presente en la infancia, y nos va acompañando durante el crecimiento. Pero, ¿por qué mienten los adultos?
La mentira en la vida adulta: ¿por qué mentimos?
Un estudio afirma que los adultos mentimos, o al menos admitimos que lo hacemos, unas treinta veces a la semana. Esto para muchos, indica que la mentira forma parte de nuestras vidas, de nuestro crecimiento como personas y de nuestra forma de interactuar socialmente.
En general, suelen ser mentiras absurdas: “no fui a la compra, me dolía mucho la cabeza” (cuando la realidad es que te entretuviste con tus compañeros de cabeza tomando una cerveza), “he llamado a la compañía eléctrica pero no hay forma de que me atiendan” (ni levantaste el teléfono por pereza)...
Según los expertos, existen distintos tipos de mentiras, cada una de ellas, explica por qué mentimos:
La mentira patológica
Cuando la mentira forma parte de la vida de una persona, cuando es constante y tan persistente como para destruir a la persona o la de otros por sus mentiras, hablamos de un mentiroso patológico. Son personas que incluso pueden parecer tremendamente sinceras pero, a la hora de enfrentarse a hechos que les contradicen, pueden cambiar su historia de forma inmediata a otra que parece igual de sincera. Llegan a no discernir la verdad de la mentira. Algunas investigaciones sugieren que esta forma extrema de mentir está relacionada con una deficiencia en la memoria combinada con una desigualdad en los lóbulos frontales del cerebro, que son los que evalúan la información.
La mentira fantástica
Se trata de lo que se conoce como pseudología fantástica, en la que una persona recrea o inventa hechos de su pasado con un fondo de verdad, pero añadiendo ideas o sucesos que adornan la historia, la hacen más divertida, misteriosa o atractiva como forma de autoengrandecerse. Suele enmascarar un complejo de inferioridad, por lo que la persona intenta hacer más llamativo a los demás su vida, sus logros y sus experiencias como forma de tapar sus inseguridades y sus debilidades.
La mentira manipulativa
Son mentiras que intentan ejercer un poder manipulativo, buscan el interés propio obviando el de los demás. Estos mentirosos creen que las cosas que dicen pueden serles muy útiles, incluso cuando no son verdad. No suelen sentir remordimientos al decirlas, ni tan siquiera empatía por aquellos a los que mienten. No tuercen el gesto ni vacilan un segundo mientras mienten. Tienen una personalidad ciertamente antisocial.
La mentira evasiva
Aquellas personas que tienen una personalidad un tanto insegura, suelen evitar la verdad y funcionar a base de mentiras como para disculparse ante los demás o no cargar con la responsabilidad de sus problemas. “No, yo no he tirado tanto papel al váter, no he sido yo quien lo ha atascado”, es un ejemplo de mentira evasiva de quien no quiere afrontar la responsabilidad de sus actos.
La mentira melodramática
Buscan desesperadamente el apoyo y el consuelo de los demás. Necesitan ser amados y se toman la licencia de inventar circunstancias para, mediante la pena, recibir atención. Exageran peleas de pareja, conflictos en el trabajo, dificultades con su familia… Cuentan una versión dramática que se aleja de lo que realmente ocurre en sus vidas buscando el amor y la comprensión de los demás. “Mi jefe me ha echado una regañina inmensa porque llegué 3 minutos tarde, es una mala persona”, pero no estás contando que el día anterior te retrasaste 10 minutos, y el día de antes 15, y en general, todos los días llegas tarde.
La mentira narcisista
Es propia de personas que han de presentarse ante el mundo como los mejores. A diferencia de la mentira fantástica en la que se añaden o distorsionan hechos sin maldad, el narcisista intenta quedar siempre por encima de su interlocutor. Si tu has sacado un siete en un examen, él dirá que tuvo un ocho.
La mentira piadosa
Tratas de no hacer daño a los demás y evitas la verdad como forma de compasión hacia otros. Es cuando afirmas que te ha gustado una comida, porque sabes que la otra persona ha trabajado duro para preparla pero, en el fondo, no es así.