Pólipos: qué son, tipos, causas y tratamiento

Qué es un pólipo y por qué se desarrolla

Alba Caraballo - 2020-03-04 16:35:00 - Salud

Los pólipos no son otra cosa que el crecimiento anómalo de tejido. Pueden aparecer en muy distintas partes del cuerpo, bien sea la nariz, la garganta, el útero o el colon. No suelen ser cancerosos aunque conviene detectarlos a tiempo y estar atento a los síntomas porque algunos, con el tiempo crecen y pueden volverse malignos.

Te explicamos todo lo que tienes que saber sobre los pólipos para que puedas conocer qué son, qué tipos de pólipos son los más frecuentes, qué los causan y qué tratamiento requieren.  

¿Qué son los pólipos?

qué son los pólipos

Un pólipo es un crecimiento de tejido que puede darse en distintas parte del cuerpo. Se trata de una protuberancia, en general de pequeño tamaño. Aunque los pólipos de colon son los más comunes, también pueden aparecer en el útero, la garganta, el estómago, el cérvix, la nariz o el canal auditivo. 

La mayor parte de los pólipos no son malignos, es decir, no son cancerosos, pero como son crecimientos celulares anormales, pueden llegar a serlo. Los pólipos crecen ya que las células se dividen rápidamente, es por eso que algunos pueden volverse cancerosos, aunque la mayoría son benignos. Será tu médico quien determine si es maligno realizando una biopsia, es decir, tomando una pequeña muestra de tejido y analizándola. 

El tratamiento que se realiza cuando aparecen, depende de la zona a tratar y de si son benignos o malignos. 

¿Cómo se detectan los pólipos?

Dependiendo del tipo de pólipo, puede provocar unos determinados síntomas:

Pólipo en el colon: puede estar situado en el intestino grueso o en el colon y provoca molestias abdominales, diarrea, estreñimiento e incluso sangre en las heces. 

Pólipo en el útero: suelen situarse en el endometrio y produce infertilidad y sangrado menstrual irregular.  

Pólipo en el cérvix: es la zona donde el útero conecta con la vagina y no suele causar síntomas aparentes, aunque en algunos casos produce reglas más abundantes y molestias durante el sexo. 

Pólipo en el canal auditivo: provoca pérdida auditiva o hipoacusia e incluso puede aparecer sangre en el oído. 

Pólipos nasales: dolor en la nariz, pérdida de olfato y síntomas similares al catarro son los signos más comunes. 

Pólipos en el estómago: producen náuseas, vómitos, sensibilidad estomacal, dolor de estómago y sangrado.

Pólipos en las cuerdas vocales: el síntoma más evidente es la ronquera. 

Qué causa un pólipo

Las causas por las que se producen varían según el tipo de pólipo. Incluso muchos de ellos son difíciles de concretar qué los causó aunque en ocasiones los provocan quistes, tumores, mutación en los genes de las células del colon, exceso de estrógeno o inflamación crónica del estómago.  

Algunas personas presentan más riesgo de tener pólipos, por ejemplo, los fumadores tienen más riesgo de tenerlos en la vejiga, las mujeres que han tenido hijos pueden desarrollarlos en el útero, y aquellas que se encuentran en la perimenopausia es más frecuente el pólipo de cérvix o de cuello de útero. 

Las personas que roncan mucho y muy fuerte o hablan demasiado alto, estresan sus cuerdas vocales por lo que padecen en mayor medida de pólipos en la garganta. 

Algunos factores de riesgo para los pólipos de colon pasan por llevar una dieta alta en grasas y baja en fibra, fumar y beber alcohol, no hacer suficiente ejercicio físico o padecer de sobrepeso. 

El riesgo de padecer pólipos estomacales aumenta con la edad o las infecciones bacterianas en el estómago. 

En cuanto a los pólipos nasales tienen más probabilidades de desarrollarse en personas que experimentan infecciones sinusales, alergias, rinitis crónica, asma o fibrosis quística. 

Cómo se detectan los pólipos

Ante síntomas como los mencionados, el médico te realizará un examen físico y analizará tu historial médico. Ante la sospecha, puede mandar que te realicen ecografías, radiografías o una tomografía computerizada en la zona afectada. Otras pruebas que pueden detectarlos son la colonoscopia (para los del colon)o el test de Papanicolau (para los de útero y cérvix). 

En el caso de los pólipos colorectales, se detectan mediante una colonoscopia, es decir, un procedimiento por el que se introduce un tubo con una cámara conectada en el interior del recto.

Si el médico detecta la presencia de uno o varios pólipos, puede recomendar la realización de una biopsia para analizar ese tejido y concretar si es benigno o maligno. 

Qué tratamiento se realiza ante la presencia de pólipos

En según qué casos, sobre todo cuando no son malignos y no puede empeorar, el médico puede optar por no realizar tratamiento alguno, por ejemplo, los de la garganta pueden desaparecer con reposo en la voz o incluso algún tipo de terapia. Aunque, incluso en el caso de los pólipos benignos que no sean motivo de preocupación, el médico puede optar por extirparlos por precaución. 

Si el médico considera que el pólipo puede crecer y desarrollar cáncer más adelante, si es muy grande, si hay muchos o dependiendo de la zona y la molestia que causen puede optar por extirparlo en un quirófano. 

En caso de que no sea necesaria cirugía, el médico puede recetar un antagonista de la hormona que libera gonadotropina y progesterona para que el cuerpo cree más hormonas que permitan reducir los pólipos. En el caso de los pólipos nasales, puede ayudar realizar un tratamiento con corticoesteroides

¿Suelen reaparecer los pólipos?

La posibilidad de que reaparezcan pólipos es baja, aunque según las estadísticas, los pólipos de colon reaparecen en el 30 por ciento de las personas a las que se les ha extirpado. Es por ello que, el paciente suele tener un seguimiento médico en los años siguientes a la operación. 

Además, si has tenido alguno o si tienes antecedentes familiares en los que se han padecido pólipos, el médico te puede recomendar como medida preventiva mantener un estilo de vida saludable. Entre las pautas más comunes para prevenir la aparición de pólipos está llevar una alimentación sana y equilibrada (rica en frutas, verduras y cereales), realizar ejercicio físico de forma frecuente, reducir el consumo de alcohol y eliminar el del tabaco.

Sin embargo, como no siempre se pueden prevenir, es importante que hables con tu médico si tienes antecedentes o muestras algunos de los síntomas descritos anteriormente.